Lo bueno es que pude aprovechar ese tiempo en preparar reseñas y entradas para el otro blog, y el relato del mes de Julio para el grupo de Adictos a la Escritura. Lo malo fue que no lo pude publicar a fecha, pero mas vale tarde que nunca, aquí se los traigo.
El ejercicio consistía en elegir dos personajes de una lista y crear un relato que este relacionado con un aniversario (que podía ser de bodas, cumpleaños o en cualquier otro contexto)
Resulto un poco mas largo de lo que creí, a ver si les gusta el relato y me dicen que opinan.
Corazón de cristal
El pequeño
niño no podía estar quieto, porque se volvía invisible; ni jugar, porque era
demasiado frágil. No podía llorar, porque no producía lágrimas; ni podía reír
muy alto, porque se quebraba.
Él era un
pequeño niño de cristal.
Ignoraba lo
que era abrazar a alguien, nadie quería tocarlo por temor a hacerlo añicos con los
brazos. Pero si conversaban con él, él se convertía en un buen consejero. Oía
atento lo que le susurraban y expresaba sus opiniones con tranquilidad y
franqueza.
Era cortés,
pero era frío; su superficie era perfecta, pero por dentro se sentía vacío.
Con el
pasar de los años sus rasgos cambiaban, pero seguía intacto, sin un rasguño.
Salvo su corazón.
Una noche,
mientras todos en su casa dormían, tras hacer experimentos con luces que lo atravesaran,
logró ver en su interior y descubrir su corazón. Un corazón de cristal puro y sólido,
como siempre había sabido que era.
Pero pequeñas
grietas iban surcando ese órgano tan importante suyo, amenazando con disgregarse
y acabar con su frágil vida.
Siempre
había pensado que su corazón era su punto más fuerte por ser el más macizo de
cuerpo, el más seguro por tratarse que tenía la superficie para protegerlo de
algún golpe de ser necesario. No reía, no jugaba, no se divertía ni salía a las
calles por miedo a dañar la superficie y herir su corazón, pero no se había dado cuenta
hasta entonces de que su corazón talvez era inmune a los golpes físicos, pero
muy frágil a sus emociones.
Ensimismado
en lo que acababa de descubrir, se vio sorprendido cuando el reloj cu-cu de la
sala de estar, daba la hora.
Era
medianoche.
Era su decimoprimero
cumpleaños.
Debería de
haberse emocionado por ello, pero la idea de tener once años y un corazón a
punto de desmoronarse no despertaba en él gran euforia, solo seguía pensando en
como hacer para que su corazón no acabe de romperse o… reconstruirlo.
Entonces se
le ocurrió. Un auto-obsequio de cumpleaños que lo haría feliz y ayudaría a su
corazón: saldría a la calle a conocerla y correr un riesgo por primera vez en
su vida.
Sabía que
la idea era un poco descabellada ya que era muy tarde para que un niño saliera
a la calle, pero ¿Cuándo lo haría si no? Sus padres jamás lo dejarían hacerlo,
¡nadie jamás lo dejaría hacerlo! Tomando coraje y moviéndose con delicadeza,
alcanzó la puerta de entrada de su casa, sin hacer ni un ruido, y se aventuró a
cruzar al exterior.
La noche
era tranquila y la luna llena se alzaba en el cielo, rodeada de estrellas.
Parecía no haber nadie por la calle a aquellas horas, por lo que decidió dar un
paseo así sea dar vuelta a la manzana. Algunas personas se habían atrevido a
describirle como era el mundo fuera de su casa, pero jamás lo hubiera imaginado
así.
El mundo
fuera de su casa era maravilloso. Había frescura en el aire, y sintió que jamás
había respirado un aire tan puro en su vida. Un extraño cri-cri llegaba a sus
oídos, y pudo adivinar que aquellos eran los famosos grillos que muchos decían
oír cantar por las noches.
Tras mirar
hacia todos lados, comenzó a caminar, sin rumbo especifico, solo para disfrutar
de la paz nocturna.
Al llegar a
la esquina, dobló para dar vuelta a la manzana, ya que sabía por descripción de
otros que aquellas eran conformadas por cuatro esquinas, tal como un cuadrado.
En la siguiente esquina repitió la acción, pero a mitad de camino se encontró
con algo inesperado.
En la
vereda de enfrente, había un hombre tumbado sobre el suelo y parecía estar
herido. Se encontró a si mismo en una disputa interna, debatiéndose entre la
curiosidad y la cautela. ¿Sería una locura averiguar que le ocurriría a ese
hombre, o, volvería a casa con la permanente duda de qué hubiera ocurrido si se
hubiera atrevido a despejar su curiosidad? Ya había llegado muy lejos.
Finalmente, su deseo por saber, ganó.
Cruzó la
calle y se encogió junto al desconocido. Era un hombre alto, pudo adivinar a
pesar de que estaba hecho un ovillo, no muy delgado ni muy grueso, pero parecía
tener una enorme joroba en su espalda. No se le veía el rostro, ya que estaba
cubierto con la solapa de un abrigo gastado y viejo.
El niño le
preguntó suavemente sí se encontraba bien, pero el hombre no contestó a la
primera. Cuando volvió a hacer la misma pregunta, el hombre tumbado solo profirió
un gemido. Dejando su leve temor a un lado, echo la solapa del abrigo hacia
atrás y descubrió su rostro.
Al verlo,
se vio totalmente sorprendido. No fue por sus impecables cabellos rubios,
rizados que llegaban a la altura de sus hombros; sino por la belleza
sobrehumana que reflejaban sus rasgos. Parecía…
Dejando sus
pensamientos apartados por un momento, intentó averiguar si se encontraba
gravemente herido. Pero extrañamente, aquel hombre no presentaba herida alguna.
Tenía los ojos cerrados, y lucía muy tranquilo, cuando una extraña sonrisa se
curvó en sus labios.
Entonces
una grave voz le preguntó.
-¿Qué hace
un niño de cristal como tú, solo en la calle, a esta hora de la noche?
El pequeño
se asustó, echándose hacia atrás. ¿Cómo podía saber qué era si siquiera había
abierto los ojos para mirarlo? En aquel momento, el hombre abrió sus ojos grises
y se enderezó para sentarse frente al niño.
-¿Usted
quiere lastimarme?
El hombre
misterioso rió, pero no era una risa malvada o perversa, sino una risa natural
de quien se ríe de la gracia de un niño.
-¿Por qué
querría lastimarte?
-No lo sé
–respondió el niño muy serio.
-¿Y si te
dijera que mi intensión no es lastimarte, sino darte un regalo de cumpleaños?
El pequeño
lo miró con los ojos como platos, lo que hizo reír nuevamente al hombre.
-No debería
aceptar cosas de extraños.
-¿Y si es
algo que tu quisieras?
-¿Cómo qué?
-No lo sé.
¿Qué es lo que más desearías en este momento?
Tras
pensarlo solo un instante, el niño respondió:
-Quisiera
que mi corazón no acabe de romperse aún –su voz se vio teñida de tristeza.
-Entonces
deberías jugar mucho y reír con ganas.
El niño lo
miró atónito.
-¡No puedo
hacer eso! Soy un niño de cristal y podría romperme con tan solo un empujón o
elevar demasiado mi voz.
-Yo sé cómo
evitar eso –antes de que pueda preguntar cómo, el hombre se quitó su abrigo, y
lo que le había parecido una joroba, era en realidad dos enormes alas con
plumas tan blancas como las nubes de un día perfecto. Sus alas de desplegaron,
y con un leve movimiento, una de sus plumas blancas se desprendió de un ala.
-Ven, acércate.
El pequeño
de acercó hasta quedar frente a él. El ángel acercó su mano al pecho del niño,
y con su uña dio tres golpecitos allí cerca de su corazón y extendió la mano
para que una pequeña pieza de cristal cayera sobre la palma de su mano, dejando
un pequeño huequito en su pecho.
-¡Oye! –gritó
el niño, horrorizado. Pero el ángel pasó la pluma por aquel hueco, y
mágicamente la pieza de cristal volvió a su lugar y se unió al resto de su
pecho.
-Ahora
podrás jugar, reír, incluso caerte una mil veces y tu cristal no se romperá.
Solo tu corazón es vulnerable ahora, pero estoy seguro de que si haces todo
aquello que te hace feliz, no tendrás que preocuparte por él. Ahora vuelve a
casa por donde viniste, y no vuelvas a salir sin avisar. No todos los días
tendrás la suerte de encontrarte conmigo ¡Ah! ¡Feliz Cumpleaños!
El niño
regreso a casa tras agradecer al ángel, tal y como él le dijo. Al llegar a casa
y volver a mirar su corazón con el juego de luces que había utilizado antes,
pudo ver como su corazón se veía sano sin ningún defecto.
Desde aquel
día el niño se atrevió a divertirse sin temor a lastimarse, ya que la felicidad
de poder jugar, como todos los otros niños, fue lo que hacía que día a día su
corazón sea más fuerte.
Como se habrán dado cuenta mis personajes fueron: Un niño de cristal y un ángel.
¿Qué opinan del relato?¿les gusta? Opinen libremente!!
Hola ¡¡ me gustó mucho tu blog ¡¡ He abierto un blog literario si quieres pasarte aqui te dejo el enlace ¡¡
ResponderEliminarUn besito amoroso ¡¡
P.D: SIGUE ASÍ ¡¡
http://librosquehacenvolaralaluna.blogspot.com.es/
es un relato estupendo cristalito mio . recordar que el corazon es irrompible lo que se rompen son las barreras que lo encierran , solo porque quizas no es el momento
ResponderEliminarA ese angel le conozco ;-)